jueves, 9 de enero de 2014

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En noviembre de 1825, la Armada mexicana logró derrotar al último reducto de tropas españolas que se encontraban acantonadas en la fortaleza de San Juan de Ulúa. Pero la rendición militar no significó la aceptación de la independencia mexicana que se negó a reconocer la existencia de México.

En el período de Victoria, los políticos mexicanos de la Logia Yorkina se opusieron a la permanencia de españoles que residían en México a los que se les consideraba un peligro.


Conspiraciones españolas

Para infortunio de la población española, el gobierno mexicano descubrió una conspiración que encabezaba el fraile Joaquín Arenas quien pretendía lograr el apoyo de los españoles residentes en México para derrocar al gobierno establecido y restaurar la soberanía española. Algunos meses mas tarde, el periodista y comerciante Eugenio de Aviraneta se propuso organizar una expedición de reconquista que no tuvo éxito.


El incidente de Arenas fue aprovechado por el grupo yorkino, el congreso formuló la Ley de Expulsión de Españoles, que fue decretada por el presidente Guadalupe Victoria.

La Expedición

En estas circunstancias el monarca español Fernando VII, motivado por sus pretensiones imperialistas y presionado por los españoles, que habían tenido que abandonar México, promovió la formación de una expedición de reconquista a esta nación.

La expedición militar organizada en la isla de Cuba por el gobernador Francisco Dionisio Vives, se integró de cerca de 4 mil hombres provistos de municiones y armas. Al frente de esta expedición se nombró al brigadier Isidro Barradas. Debido al mal tiempo, la expedición se vió obligada a atracar en el puerto de Nueva Orleans.


El 26 de julio, los expedicionarios desembarcaron en Cabo Rojo Veracruz. Desde este lugar, el comandante de las fuerzas expedicionarias emitió una proclama, por medio el cual invitaba a los soldados mexicanos que se habían servido atrás de la Corona española, a unirse a su causa para restaurar la soberanía de Fernando VII.

En los días siguientes, las fuerzas de Barradas se enfrentaron con éxito a las milicias de Tantoyuca y Pueblo Viejo y Tamaulipas.

Al tener conocimiento de la situación, el presidente Vicente Guerrero lanzo una proclama a todos los mexicanos a unirse a la defensa de a patria y desingó al brigadier Antonio López de Santa Anna a comandar las fuerzas mexicanas.


Habiendo recibido los refuerzos esperados, el general López de Santa Anna reanudó las hostilidades. Ante la inminiencia de la ofensiva mexicana y lo diezmadas que se encontraban sus tropas , atacadas por la fiebre amarilla, el brigadier Barradas pidió parlamento con Santa Anna, a lo cual el general mexicano se negó.

Ante la imposibilidad de derrotar a los soldados españoles, Santa Anna ordenó la retirada, sin haber logrado derrotar a los españoles y habiendo sufrido mas de 300 bajas. Sin embargo el sacrificio no resultó en vano. Al concluir la batalla, consciente de la imposibilidad de derrotar al ejército mexicano, el brigadier Barradas aceptó la capitulación.

Se garantizaba la vida y los bienes de los integrantes de la expedición, en tanto que a los oficiales se les honró permitiéndoles conservar sus espadas. Por su parte el Brigadier Barradas se comprometía a no volver a invadir a la República Mexicana

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