martes, 14 de enero de 2014

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Hacia 1861 una fracción de la élite política de México, derrotada por el partido liberal en la Guerra de Reforma, se propuso traer al país un monarca extranjero apoyado por el ejercito de una gran potencia que terminara con el régimen liberal instituido por la Constitución de 1857 y las Leyes Liberales.

México solicitó la ayuda del emperador Napoleon III, quien accedió a intervenir en las luchas intestinas de México, con el fin de crear una monarquía que sirviera de dique de contención contra el expansionismo económico y militar de los Estados Unidos.


Napoleon III, se sentía interesado en el proyecto de crear una monarquía en este país y penetrarlo económicamente, pensó que era el momento oportuno para la realización de dicho proyecto, pues los Estados Unidos, envueltos en su propia guerra civil no podían hacer valer la Doctrina Monroe y oponerse a una intervención Europea.

El príncipe elegido por Napoleon III sería el archiduque Maximiliano de Habsburgo, perteneciente a la dinastía reinante más antigua de Europa. Una vez Napoleón concedió su apoyo al proyecto monárquico, comenzó a hacer gestiones con el gobierno austriaco.


En septiembre de 1861, enterados de que México se negaba a pagar su deuda externa, e influenciados por los reportes de sus agentes diplomáticos, los gobiernos de Inglaterra y Francia decidieron  al presidente Juarez, enviando fuerzas de mar y tierra que ocuparan las aduanas marítimas y asegurar el pago de la deuda.

El gobierno de Isabel II de España, al verse marginado de este acuerdo, destacó fuerzas propias a la costa mexicana, y propuso a las otras dos potencias Europeas una acción conjunta.

Ante tal situación, los tres gobiernos firmaron en Londres una convención en la que se acordó exigir a México protección de los súbditos extranjeros y el cumplimiento de las obligaciones financieras. No obstante este obstáculo para el desarrollo de sus planes, Napoleón III e Isabel II confiaban en que México existía un partido monárquico que aprovecharía la presencia de las tropas extranjeras para derrocar el gobierno de Juárez.



El 8 de diciembre de 1861 desembarco la escuadra española comandada por el General Juan Primm, los buques que transportaban al contingente ingles comandado por el Comodoro Hugh Dunlop y el contingente francés comandado por el Contraalmirante E. Jurien de la Graviere.

El 10 de enero, los representantes diplomáticos de la Alianza tripartita emitieron una proclama, en la que manifestaba que el propósito era exigir el pago de las reclamaciones económicas, y de ninguna manera inmiscuirse en los asuntos políticos de México.


Primm se condujo como el mejor aliado de México y se unió a la postura inglesa de restringir el objetivo de la intervención al simple cobro de la deuda.

En el encuentro celebrado unos días después en La Soledad, Veracruz, firmaron los Preliminares de La Soledad, en los que se declaraba que los mexicanos no requerían del auxilio de ninguna potencia extranjera para gobernarse a sí mismos, las verdaderas intenciones de los franceses no tardaron en aflorar.


El comisionado francés trato de romper la Alianza tripartita y nulificar así los preliminares de La Soledad. presentó como monto la deuda que Francia reclamaba la cantidad de 12 millones de pesos. Almonte llegó a Veracruz con instrucciones expresas de Napoleon III de derribar el gobierno republicano y sentar las bases de un nuevo imperio.

El gobierno de Juárez exigió la inmediata expulsión de Almonte, pero los franceses lo protegieron y lo acogieron en su cuartel general. Al mismo tiempo Haro, Tamariz y el general Miramón regresaron de su exilio.


Los franceses, una vez arrojada la máscara, lejos de respetar los Preliminares de la Soledad regresando a la costa, iniciaron su marcha hacia el altiplano hacia Orizaba, al llegar a la población de Fortín, se efectuó el primer encuentro sangriento entre las avanzadas del ejercito francés y un destacamiento mexicano.

El 27 siguiente salieron de Orizaba con rumbo a Puebla, y en Cumbres de Acultizingo tuvieron que enfrentar al Ejercito del Oriente.


El general Ignacio Zaragoza decidió entonces esperar al enemigo en Puebla, ciudad que fue fortificada a toda prisa para asegurar al ejército mexicana una posición defensiva que ofreciera ventaja ante la superior disciplina de los franceses.


Al amanecer del 5 de mayo, las tropas al mando del general Zaragoza tomaron sus posiciones. Por su parte, el general Lorencez se dispuso a emprender el asalto al Fuerte de Guadalupe con 4 000 soldados, organizados en dos batallones de zuavos. Hacia el mediodía la artillería francesa de la base de asalto comenzó el cañoneo y las columnas de ataque comenzaron a avanzar.

Los mexicanos se lanzaron a la lucha cuerpo a cuerpo, lo que hizo más difícil la situación de los atacantes. Los franceses comenzaron a ceder poco  a poco, luego de tres horas la derrota de aquellas tropas fogueadas en Italia y Crimea estaba ya decidida, el general Díaz movió al batallón Morelos para acabar de desalojar a los franceses.

La noticia del triunfo mexicano fue acogida con júbilo en todo el país, México, una nación débil con un ejército improvisado y mal armado, había doblegado al ejército mas poderoso del mundo.


Consciente de que la empresa de crear una Monarquía en México exigiría más tiempo y recursos, Napoleón preparó una nueva expedición militar, compuesta de 30 000 hombres.

Debido a que Zaragoza había muerto en septiembre, ahora el comandante del Ejército de oriente era el general González Ortega, quien luego de resistir 2 meses. La caída de Puebla determinó la destrucción total del ejército mexicano. El presidente Juárez ante ello decidió huir a San Luis Potosí.


En 1863 los ejércitos intervencionistas, entraron a la Ciudad de México. Juárez tuvo que seguir huyendo mas al norte. El 3 de octubre de 1863 una comisión mexicana, ofreció el trono imperial de Mexico al archiduque Maximiliano de Habsburgo. Este puso de condición contar con la voluntad del pueblo mexicano, condición fácil de satisfacer.

También se estableció que el ejército francés sostendría al nuevo emperador hasta 1867, año en que sería retirado luego de formarse un ejército imperial mexicano. En tales condiciones el nuevo monarca desembarcó en Veracruz el 28 de mayo de 1864 y muy pronto se dio cuenta de que su posición era muy insegura y de que  Napoleón y los monarquistas lo habían engañado.


La resistencia republicana se generalizó a tal grado que Bazaine y sus tropas no eran capaces de pacificar al país. Los gastos de guerra comenzaron a debilitar al gobierno imperial, además, Maximiliano entró en conflicto con los conservadores debido a que ratificó la reforma liberal. La imposibilidad de reprimir la resistencia convenció a Napoleon III que el imperio estaba condenado al fracaso.

Napoleón advirtió a Maximiliano que pronto iba a ser abandonado, de modo que le recomendó abdricar y regresar a Europa, pero los militares conservadores lo convencieron  de que aún era posible formar un ejército imperial. Sin embargo, el desacuerdo entre los jefes conservadores determinó que el ejército imperial permaneciera inactivo en Querétaro, mientras que el general Mariano Escobedo reunía un gran ejército con los cuerpos que se encontraban dispersos.


Enfrentados a un enemigo superior, Maximiliano y sus generales decidieron encerrarse. La madrugada del 15 de mayo de 1867, las tropas republicanas lanzaron el asalto final contra las posiciones imperiales. El emperador fue hecho prisionero y poco después juzgado y condenado a Muerte. Fue fusilado en el Cerro de las Tres Campanas




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