jueves, 5 de diciembre de 2013

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El Reino de Navarra, cuyo origen se remonta al siglo IX, bajo el nombre de Reino de Pamplona, se rigió históricamente por los Fueros, leyes apoyadas en las costumbres primitivas de la tierra, y enriquecidas por posibles influencias de los derechos romano y visigodo, forjadas durante la Edad Media.

En 1134, tras la muerte sin descendencia de Alfonso I El Batallador, Navarra consigue su independencia respecto a los aragoneses eligiendo como rey a García Ramírez V, El Restaurador, nieto de El Cid.

Sancho Garcés, el primer monarca de la dinastía Jimeno, emprende una decidida política de expansión territorial frente a los musulmanes, para lo que establece vínculos con los demás reinos cristianos. A pesar del avance de Sancho Garcés, que ocupa la comarca de Estella, rebasa el Ebro y llega a Nájera y Calahorra, la presencia musulmana se mantendrá en la Ribera durante un siglo.


Estas continuas dificultades son apreciables durante el reinado de Sancho VI El Sabio, pero mejoran con su sucesor Sancho VII El Fuerte debido a su colaboración en el bando castellano en la batalla de Tolosa en 1212 contra los musulmanes.

Tres años después moría el navarro sin descendencia, pero sus súbditos se negaron a aceptar lo acordado por lo que hubo que buscar una persona más adecuada para el trono de Navarra. De esta forma sale elegido el Conde de Champaña Teobaldo, sobrino del Rey. 

Este monarca, al que se le reclamaba muy a menudo en sus posesiones francesas, dejó el gobierno en manos de Sancho Fernández de Monteagudo, que convino con el Rey, a fin de evitar el malestar de la población por sus largar ausencias, la creación de un Fuero General de Navarra.



Teobaldo muere dejando en el trono a su hijo Teobaldo II. Durante este tiempo tuvo que soportar las continuas amenazas y ataques de Castilla, aunque pudo contar con la ayuda de Aragón. La razón es que al reino no le interesaba que Navarra pudiese caer en manos de sus enemigos de Castilla. 

Los enfrentamientos ven un periodo de concordia auspiciado por la Paz de Soria.



1270 fue el año en el que comenzó a reinar Enrique I, hermano del anterior, quien muere tan solo cuatro años después, en 1274. Será en ese mismo año cuando comience una guerra civil entre los partidarios de la unión con Castilla, los que apostaban por la unión con Aragón y los que preferían una alianza con Francia.

Los últimos monarcas, Catalina de Foix y Juan III de Albret, intentaron jugar con apoyos exteriores para asegurar el suyo mismo al frente del reino, hecho que resultó imposible. La guerra civil había dejado demasiadas heridas abiertas que los vencidos no estaban dispuestos a aceptar, y con ello jugaron sin darse cuenta que lo único que conseguirían sería la incorporación de Navarra a Castilla.

El hecho que hizo saltar la chispa fue la petición de ayuda por parte de Navarra a Francia, rompiendo de esa forma el pacto que les impedía formar alianzas con los francos. Fernando El Católico tenía claro días antes de la intervención que entraría en Navarra.  

Finalmente Navarra y Francia formalizaron su tratado y dos días después el Rey Católico ordenó a sus tropas al mando del duque de Alba quien, partiendo de Salvatierra con 15.000 hombres, entra en Navarra y ocupa Pamplona en julio de 1512.

El único territorio que quedó independiente y en los que los reyes siguieron firmando como tal fueron los ultra-pirenaicos, la actual Navarra francesa.

Desde entonces Navarra quedó incorporada a la Corona de Castilla.


En Navarra, la distribución del poder entre los gobernantes (Rey, Tribunales, Cortes) y la existencia de instituciones de control (Cortes, Diputación del Reino) constituyeron las bases teóricas de la estructuración política del Reino. 






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